La novela “El manuscrito de San Florián” consta de dos historias interrelacionadas: la principal, desarrollada en la actualidad (años 90), y otra ocurrida en los tiempos medievales donde se cuentan los hechos relacionados con la llegada a Castilla de la princesa noruega, Astrid.
Sobre esta segunda historia medieval, María Jesús Leza, en su faceta de pintora e ilustradora, ha realizado una serie de grabados, que aquí os mostramos.

Sobre los grabados (por Alfredo Piquer Garzón)

Los cruzados de la Edad Media se preguntaban perplejos a su llegada a Tierra Santa y a las regiones del próximo oriente como aquellos artesanos eran capaces de repetir los motivos decorativos que adornaban las preciosas telas orientales una y otra vez de manera tan exacta. Quizá con simultaneidad, en el occidente europeo dos objetos tan dispares como eran las estampas de los santos y los naipes de los tahures se fabricaban mediante la estampación de “tacos” de madera tallados por los xilógrafos. Desde este momento la Xilografía es el medio de reproducción de imágenes artísticas de raíz medieval por excelencia.

Del conocimiento de la Historia con mayúscula de Mª Jesús Leza damos fé porque no me resistiré a contar que sabiendo ella nuestra vocación por los poemas homéricos, nos hizo el honor de dedicarnos en una ocasión un relato sobre Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya y de Micenas, titulado “la máscara de Agamenón”.

De ahí que Mª Jesús Leza haya optado precisamente por esta técnica secular para sus ilustraciones de la historia de la princesa Astrid dándoles ese sabor y esa resonancia típicamente medievales que nos retrotraen casi sin darnos cuenta a la plástica del románico, a las miniaturas de los códices de aquella lejana época, a tantas de las escenas de las Cantigas de Alfonso X el Sabio… Don Enrique, La Batalla La Caza…pero también y como era de esperar de su sensibilidad por la Historia del Arte, esa escena de El Asedio o La llegada del drakkar, de clara resonancia JugendStyl o de tantos de los carteles Secesionistas y Modernistas de Gustav Klimt o Koloman Moser. Si me permiten seguir con mi exégesis plástica les diré que hay también un recuerdo sutil en El Bosque o en La seducción a Edward Munch y a los expresionistas alemanes de principios del XX y finalmente y como no podía ser de otro modo la evocación de esa cruz como un esmalte carolingio en La Princesa Astrid. Todo ello con el sello especial del dibujo y la destreza técnica de nuestra apreciada escritora y artista. No se deje tampoco de disfrutar de estas bellas ilustraciones.

La princesa Astrid


La llegada del Drakkar


En el bosque


Astrid y Clotilde


La espera